Un monje de montaña, occidental, de tradición Tailandesa

Para sentirse un verdadero ciudadano Sueco, para mí ha sido primordial tener un cierto dominio del idioma que me permita incorporarme en la sociedad y participar de los actos que podrían parecer irrelevantes pero que para mí tienen un gran significado y sentido, uno de ellos es poder leer los periódicos nacionales, ver el cine Sueco y poder escuchar la radio pública en su idioma original. Y es en la radio pública, específicamente en el canal P1 donde las tradiciones de comunicación masiva sueca se han instalado durante décadas y le dan significado y pertenencia al concepto de «ser» sueco y de vivir en ésta sociedad.

Uno de los programas más significativos son «las charlas de verano» y «las charlas de invierno», mucho antes de Spotify y los Podcast la radio nacional sueca ha producido estas charlas donde personalidades de la vida pública, el arte, la cultura, la política o simplemente personas de a pie con vidas extraordinarias comparten en una hora sus experiencias de vida o una experiencia en particular.

Ha sido gracias a ésta serie de programas y a mi dedicación por escuchar la radio nacional que durante el verano disfruté de diversas charlas de lo más vario pinto y para mi deleite me encontré y tuve el placer de escuchar a Björn (que en sueco el nombre no significa nada más que Oso»).

Björn Lindeblad, un sueco promedio con una vida promedio de los años 80’s de familia promedio y cuando decimos «promedio»-sueco pues incluye educación universitaria, viajes al extranjero, dominio de idiomas y las llaves de las puertas del mundo y del futuro en el bolsillo del pantalón. Cuando Björn estaba rozando la cima del mundo y disfrutando, aunque quizá esta palabra es por demás polémica porque el joven Björn no encontraba el gozo en ser uno de los directores de empresa trasnacional más joven con base en Madrid y con un portafolio de sueldo, prestaciones y poder dentro de la vida empresarial europea y mundial, cuando su voz interior lo cuestiona y lo invita a vivir la vida de otra manera.

El joven y exitoso Björn da dos pasos a un lado, deja la experiencia empresarial y de las finanzas para empezar a trotar por el mundo a nivel de terreno y a buscar el lugar en donde su voz interior y su espíritu encontrarán crecimiento y paz.

La búsqueda se puede resumir en 17 años de vida como monje de montaña de acuerdo a la tradición tailandesa, un joven europeo de cabeza rapada y túnica color ocre que aprende a vivir en las selvas de Tailandia, a meditar de día y de noche, andando, de pie y en flor de loto, un joven escandinavo que renuncia a todo, que deja el mundo material, la familia, los amigos, las comodidades, el control sobre el futuro y los planes de pensión para vivir durante 17 años en monasterios diversos, primero en Tailandia, después en Inglaterra y los últimos años en Suiza, sin posesiones, sin control sobre el futuro, sin vida sexual, sin pareja, sin familia y con un plato para la limosna que la gente del pueblo les da y les facilita alimentarse una vez al día como la propia tradición lo indica.

Björn adquiere un nuevo nombre: «Natthiko» que es su nombre budista y que significa «aquel que crece en el saber» y después de 17 años, aún en sus 40s y lejos del derecho a la pensión regresa al mundo occidental, a su Suecia natal para iniciar la vida una vez más con las manos vacías pero con una maleta de vida cargada de sabiduría y mejor aún de auto conocimiento.

Björn ha participado en la radio pública sueca como «voz de las charlas de invierno» y ahora más recientemente en las charlas del verano, su historia, sus relatos, su simplicidad en compartir sabiduría y su experiencia de vida han cautivado a la sociedad sueca, me han cautivado a mí y a petición de muchos ahora su experiencia como monje de montaña y sus aprendizajes de vida se han transcrito y publicado en el libro «Jag kan ha fel» (Podría estar equivocado) que es una de las muchas enseñanzas de su crecimiento budista.

Son estas pequeñas llaves que nos entrega de forma amena y profunda en su libro, llaves sueltas que al final de la lectura nos deja con un manojo pesado y sonoro de llavecitas que si nos interesa podemos usarlas para abrir puertas, pero no son las puertas del éxito y de la vida profesional, sino pequeñas aberturas hacia nuestro interior las que podemos abrir con éstos conocimientos que no se adquieren por ósmosis ni por una lectura de un-jalón sino por la práctica de los mismos.

El estar consciente de que «Puedo estar equivocado» cuando los tiempos son ásperos y las discusiones álgidas, el practicar constantemente la máxima de «Esto también pasara» para lo bueno y para lo malo… éste cáncer pasará, pero también la época de vacas flacas y las vacas gordas también pasarán, todo, absolutamente todo es relativo y simplemente pasará. El confiar en la vida, CONFIAR con mayúsculas, confiar en el universo, en Dios, en el poder superior, es lo que se define como fe y es esa confianza la que nos da la oportunidad de aprender a dejar siempre un pequeño espacio para que los milagros sucedan.

El libro lo he subrayado, le he hecho anotaciones al canto, le he marcado con diversos colores y no satisfecha con eso he escrito notas en papeles separados y los he pegado en el muro de la cocina, donde dejo la mirada mientras como y mientras cavilo, a ver si por ósmosis o por repetición aprendo un poco más cada día y me recuerdo verdades tan simples que son universales y que no pertenecen en exclusiva al Budismo o a ninguna otra religión sino a los seres humanos que preguntan y que buscan respuestas.

«Tu vas a saber, lo que tengas que saber… en el momento que necesites saberlo» así de sencillo y así de pesado, una loza de veinte kilos de sabiduría o una pluma de amor que vuela ligero y se posa en nuestro hombro, es tan natural de nosotros los seres humanos el querer saberlo todo, aquí y ahora «cuándo acabará la pandemia», «quién ganará las elecciones», «cuándo me voy a curar», «cómo le ira a la empresa», «qué puesto de trabajo me van a dar», «cómo le va a ir a mis hijos», lo queremos saber todo y lo queremos saber ya y el echarse para atrás en el sillón y dejar pasar la vida en espera de que lleguen las respuestas correctas a su debido tiempo no es una fortaleza de la que al menos yo me pueda jactar, me gustaría aprenderla, no cabe la menor duda y para eso necesito hacer uso de mis artes malabares para jugar con el tiempo, la paciencia y los gramos de sabiduría que he logrado acumular en la vida.

Björn NATTHIKO no es en lo absoluto un hombre viejo, está por cumplir sesenta años, no ha llegado aún a la edad de pensionarse pero la vida no deja de sorprenderlo, ahora está sentado en una silla de ruedas y viviendo la cuarentena de la manera más restringida posible ya que hace un par de años recibió el diagnóstico de ALS (sus siglas en sueco) o en español Esclerosis Lateral Amiotrófica, su cuerpo simplemente está dejando de funcionar paulatinamente, los músculos ya no responden y eventualmente morirá por asfixia, a pesar de que su propio padre murió gracias a una muerte asistida en Suiza a los 83 años después de recibir un diagnóstico terminal, la formación budista de Björn no le permite seguir los pasos de su padre y ahora está en casa, viviendo la vida con sus más cercanos hasta que la muerte llegue, en tanto sigue compartiendo su conocimiento con los ávidos de saber, con estos analfabetas de conocimiento que queremos al menos dar un paso más en la dirección de nuestro auto conocimiento para ser un poco más amables con y en el mundo donde habitamos.

«Abre tu puño apretado y deja que la mano abierta se llene de vida» tan simple, tan profundo, mira tu mano de vez en vez, es seguramente un puño apretado, esa quijada es una quijada tensa, esa mirada es una mirada dura, ese estómago es un nudo en el centro del cuerpo… más fácil decir que hacer, no cabe la menor duda, pero cada día es un buen día para aprender un poco más y para poner en práctica lo que nos haga sentir bien, como el simple hecho de aprender a respirar para algún día incluso sorprenderse a sí mismo meditando. Inhalar y exhalar o mejor aún «inspirar» y «aspirar», las palabras toman otro significado, yo inspiro vida y aspiro vida, inspirar-y-aspirar, tan sencillo como estar vivos.

Es triste saber que Björn dejará de respirar en un futuro cercano, él que dedico casi veinte años de su vida en perfeccionar los métodos de meditación y por ende los de respiración y que ahora sea de lo mucho que no logra controlar, pero de alguna u otra manera es el recordatorio delicado de nuestro tiempo limitado. No todos podemos ser monjes de montaña, ni beatos, ni iluminados, pero sí podemos ser una migaja más amables día a día, con los que nos rodean y con nosotros mismos.

Yo me quedo mirando la pared los papelitos que pegué con algunas de las frases que más me hacen reflexionar, no sé si por ósmosis las aprenda, lo cierto es que veo mi puño y ahora en un acto consciente aligero la tensión y abro la mano y digo en un susurro «gracias Björn Natthiko» y sigo con mi día sin ser más sabio ni digno, pero en el intento de ser dos centímetros más humano.

No sé si el libro se traducirá al español en algún momento para quien guste de leerlo, pero no quería dejar pasar de largo que en ésta vida ha habido un monje de montaña occidental que al escuchar su voz en la radio nacional sueca me ha hecho sentir viva y humilde.

2 comentarios

  1. Avatar de Gwenn-Aelle
    Gwenn-Aelle · octubre 21, 2020

    Rico leerte.
    Me deja paz.
    Me recuerda eso que también trato de hacer: confiar.

    Es todo tan más fácil cuando dejas de pensarlo todo y de interrogarlo todo.

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