La cosecha a mi alrededor.

Pareciera que es temporada de cosecha a mi alrededor, que una mano omnipresente y experta se ha dado a la tarea de arrancar vidas de amigos queridos y familiares de personas a quien amo y considero. Por aquí una joven vida de una compañera de colegio que el cáncer la aniquiló de manera fulminante, por allá la madre de una amiga querida que pasara el último medio decenio cavilando en sus olvidos y moviéndose entre las tinieblas de las habitaciones misteriosas y vacías de la memoria. En medio del desierto el compañero de vida de una muy querida amiga quien dio batalla aguerrida contra el cáncer, a ése cáncer siniestro y carroñero que nos come las entrañas y nos deja sin aliento.

Los padres de una de las amigas más amada se fueron en un acto de amor sin precedentes, después de más de cincuenta años juntos él es internado y mientras resiste en vida en el hospital muere su esposa amada en casa, él nunca recibe la noticia porque se marcha tan solo un par de días después. Se fueron juntos y nunca se perdieron, no se sobrevivieron, no hubo duelo ni luto, no hubo final ni muerte entre ellos. Y cuando doy la vuelta recibo un mensaje de una colega querida quien hace apenas unos días me compartió la alegría de poder ir al sur para celebrar los 50 años de vida de su hermano menor, su único hermano que recibiera diagnóstico de cáncer hace apenas un año, un cáncer agresivo y despiadado que acabó con sus huesos y le cobró la vida tan solo un par de días después de su celebración. Mi prima amada ha llevado a enterrar a su hermano menor, un cáncer también, un cáncer ensañado con un hígado joven y mi prima a lo largo de su vida ha enterrado ya a sus padres y a su hermano, se queda ahora como cabeza de familia, de la suya, con tan solo el futuro en la mirada de sus hijas.

Pareciera que es temporada de cosecha, una cosecha abundante donde una mano omnipresente corta de raíz las hortalizas y los cereales de este campo de amigos y gente querida. Una trilla selectiva que va dejando casas vacías y corazones abiertos, amigas queridas enterrando a sus madres y algunas de ellas al padre y a la madre con tan solo unos cuantos meses de intervalo plantados estratégicamente para recobrar el aliento.

Miro a mi alrededor y encuentro duelo vestido de distintos vuelos y largos, un duelo devastador que ha dejado a mi amiga querida en un halo de desolación y depresión o un duelo de paz que permite a otra persona seguir andando con pasos ligeros y tranquilos. El duelo en su peor versión se cuela por debajo de la puerta en las madrugadas silenciosas y nos invade cuando no podemos gritar, cuando no podemos salir corriendo, cuando los pies están descalzos y las manos atadas a la oscuridad de la noche. Esas horas de madrugada asfixian sin clemencia alguna. Pero al llegar el alba las sombras se disipan, las sombras regresan a sus rincones y a sus grietas profundas para permitir la luz y los rayos de esperanza.

Pareciera que estamos en temporada de cosecha y una hoz afilada, precisa e implacable está segando los campos.

3 comentarios

  1. Avatar de Gwenn-Aelle
    Gwenn-Aelle · agosto 27, 2020

    La gran segadora está trabajando horas dobles, lo sé…

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  2. Avatar de ana
    ana · agosto 28, 2020

    Sublime…..
    Te superaste a ti misma.
    Estremecedor….

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  3. Avatar de Tere Caballero
    Tere Caballero · septiembre 9, 2020

    Hermoso, me acordé de lo que a tu papá le encantaba la poesía.

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