Tesoros de salvación.

Salvar la vida en un episodio de cáncer aderezado de metástasis requiere de toda la fortaleza interior que se pueda salvaguardar y de toda la energía, apoyo y fortaleza exterior que se pueda colectar. Los actores son tan solo dos: la familia y los amigos o los amigos y la familia o la muy extensa familia de amigos que nos mantienen en pie y que de un día para otro nos tendrán que llevar en brazos y en su momento ni ellos mismos lo sabrán. Cuando informé de mi nueva condición fueron muchas las reacciones, la empatía fue el común denominador pero se presentó con diversos matices, hay quien mostró enojo, otros una tristeza profunda y muchos más frustración, porque sí al final del día la compasión se tiñe de matices varios.

«De entre todas las fuerzas la de la intención he comprobado es la más poderosa».

La parte del alma fue cuidada de manera delicada, la mayoría de mi gente más amada son dueños de una fe y fortaleza espiritual que los eleva a lo mejor de sí mismos ya sea a través de su religión o de creencias espirituales extraordinarias. Cuidadosamente me postraron en los altares de credos diversos. Hay quien entre tejió mi nombre en cadenas de oraciones a Dios y a su cofradía de Santos, mientras otros me llevaban en introspección al centro de la meditación más profunda e individual, una colega en Shanghai me garantizo trato preferencial ante el Buda Chino que es por demás benevolente, mientras otros me bañaban en bendiciones, buenas vibras, mantras de belleza incalculable que van más allá de mi comprensión pero con una luz color esmeralda sanadora fácil de identificar. De entre todas las fuerzas la de la intención he comprobado es la más poderosa, el propósito de la sanación y la voluntad indoblegable de verme completa otra vez, esa intención individual de cada uno de mis familiares y amigos formó un escudo protector con la fortaleza delicada y transparente de la filigrana de una tela de araña que no se percibe al ojo desnudo pero que enfocando correctamente se logra ver a contraluz.  

«Lo que necesites» es la frase que he escuchado con más frecuencia en los últimos seis meses y «lo que necesites» se convirtió en platos de comida caliente, ensaladas para llevar sobre la mesa de la cocina en casa, dumplings del chino de la estación de trenes, flores, decenas de arreglos y ramos de colores que han llenado todos y cada uno de los floreros de mi casa, tulipanes y peonías, plantas en macetas de cerámica y orquídeas que llegaron de ultramar desde el corazón de La Nada; caminatas cortas y largas, llevadas y traídas al hospital y largas horas de compañía mientras la citostática entraba por mis venas.

Seis meses de confinamiento es un largo viaje que no hubiera sido posible sin la fuerza de las palabras, todas esas horas que han dado sentido a mi tiempo hablando y escribiendo mensajes a los amigos y familia queridos, horas de mensajes instantáneos, de llamadas telefónicas y de videoconferencias, minutos y horas de actualizar la información. Hay quien hizo de su interés una rutina llamando a diario o llamando de vez en vez, otros con mensajes de textos y muchos más con preguntas discretas con la frecuencia que define a la prudencia. Ver las caras, las miradas, escuchar la voz de nuestros seres queridos entra por los oídos, por los ojos y fluye directamente al sistema inmunológico haciéndonos sentir más fuertes y más sanos a medida que la charla se desenvuelve, a medida que leemos sus comentarios a medida que el cerebro nos hace entender que los sentimientos llevan la batuta y que una simple palabra, un cariño, un saludo nos hacen simplemente sentir bien cuando el mundo entero está cubierto de oscuridad y el cuerpo se atrinchera ante las puertas del infierno.

Los tesoros de salvación han sido tantos y tan variados que las formas y los tamaños dejaron de ser relevantes, desde un pequeño oso de peluche hecho a mano que descansa sobre mi mesa de noche hasta una lista de música en Spotify de uno de los melómanos más queridos de mi catálogo de amigos de vida más selecto, en su mensaje de entrega reza lo siguiente «En mi mente escuchar estas obras es como un resumen de la emociones y sentimientos de mi vida, por eso le llame Camino» y ese camino incluye desde Tchaikovsky, Vivaldi, Albinoni, Locatelli, Corrette y Mendelssohn hasta el muy mexicano Ponce sumando a Schumann y bueno la selección es larga hasta Bach, Mozart y Manuel de Sumaya que me han acompañado por largas, deliciosas y casi infinitas sesiones musicales.

Libros de lo más variados han llegado también a mi buzón, en mi bandeja electrónica recibí amorosas entregas de la poesía de Ana Isabel Conejo, uno a uno recibí esos poemas de “Todo lo abierto” con la experiencia en mano de un cáncer-mastectomía y cicatriz de por vida. Desde el pueblo de Duxford en una caja de cartón bien cargada de presentes prácticos como crema de labios y un mini taburete para la iPad, llegó «Tea and Chemo» de Jackie Buxton que fue mi manual “hands-on” para navegar en aguas profundas y desconocidas con muy poco instinto de flotación, «Take my hand» en formato digital es el libro basado en la experiencia propia de June amiga querida de mi amada amiga, «Pausa, el arte de hacer otra cosa» de Patrik Hadenius más que a la medida en las circunstancias actuales o «El Libro de la Paciencia» de A. Atala que llegó derechito de la ciudad de México a mi puerta. Un libro dedicado al estudio de los introvertidos fue depositado en el cubo de la escalera -por medio al contagio- así como «Klubben» de Matilda Gustavsson donde se desvela el escándalo del #metoo en las entrañas de la Academia Sueca. Los títulos no han faltado con portada dura, de bolsillo o en formato PDF enviados por correo electrónico o por mensajes, la música ha sido el perfecto continuo durante el tratamiento y la recuperación, las flores han sido el toque estético en la travesía, los medios sociales la capacidad de extender los brazos y tocar a los más queridos y que no quede duda que han habido galletas, pasteles, panes, rosca de reyes hecha en casa con agua de azahar y frutos secos, panettone navideño al más puro estilo inglés importado desde Manchester y tantas otras cosas ricas y sabrosas.

Las visitas se antojan ahora como un recuerdo de otros tiempos y agradezco el tiempo de todos y cada uno que tuvo la atención de tocar a mi puerta, desde mi hermano viajando  México- Estocolmo vía Madrid para aterrizar en Arlanda y tomar el tren a Eskilstuna, hasta quienes vinieron de otras ciudades para darme un abrazo o de aquí a la vuelta de la esquina pero siempre dispuestos a regalarme su tiempo para hacerme compañía. Parecieran otros tiempo, ahora que la cuarentena extraordinaria y el aislamiento obligatorio me impide abrir la puerta para abrazar a los más queridos.

Pero la balanza no estaría en equilibrio sin dos de los brazos que me han sostenido estable en el camino: mi enfermera especialista en el centro de oncología que sin importar mi pelo o mi pelona, mi peso o mi aspecto, siempre tiene una sonrisa de esas que brillan desde el corazón hasta las pupilas y claro mi doctor de cabecera, mi médico desde niños, mi amigo que nació médico y quien me ha cuidado desde siempre y  quien ha seguido mi tratamiento desde incluso antes de tener un diagnóstico preciso.

Para salvar la vida en un episodio de cáncer se requiere mucho más que drogas y visitas al hospital, se precisa de amor y eso es lo que yo más he recibido día a día, semana a semana, mes a mes desde el otoño pasado hasta la primavera que ahora se extiende a mis pies. Se precisa mucho amor y yo lo he recibido de lejos y de cerca, de a mucho y de a gotas, de golpe y en silencio. Ese amor incondicional de los amigos y de la familia, de la familia de amigos que me han acompañado en su mayoría desde la niñez, tantos otros en diversos trayectos de vida desde México hasta el fin del mundo. Todos y cada uno de ellos, de ustedes… Tú – has sido mi mayor y más preciado tesoro de salvación.

Y por eso elevo mi voz y doy «gracias«.

El viaje no ha terminado aún, apenas hemos pasado el umbral del dolor para sentarnos cómodamente en la butaca de la recuperación: radioterapia, terapia hormonal y de anticuerpos están en la línea de inicio pero sin importar el tiempo que falta a partir de ahora las expectativas se basan en la espera y la mejoría.

Podcast en voz de la autora

5 comentarios

  1. Avatar de teresa45blog
    teresa45blog · abril 28, 2020

    Yo creo la palabra correcta es… Gracias a ti por compartir, por este alimento ejemplo de fortaleza y esperanza, por que sin querer tu empatia ha tocado fibras personales, por que haz llegado al corazón de quienes te leemos, de quienes te conocemos y de quienes te queremos y deseamos sigas recuperándote!

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  2. Avatar de Eren Quintanar
    Eren Quintanar · abril 29, 2020

    Que sensacional saberte con esa energía de vida para construcción de Lucy en proceso de evolución, pues verás que no serás la misma y ahora tu nuevo portal de vida te dará mayor Luz porque fuiste bautizada como los grandes!!
    !!
    Abrazos prima querida!!

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  3. Avatar de Mabel
    Mabel · mayo 3, 2020

    Paciencia… el arte de hacer del tiempo de espera un tiempo creativo, un tiempo de renovación, y aquí nos vas dejando esos trozos tuyos de tiempo nuevo para ayudar también a nuestra propia paciencia… Besos

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