Querido Tío Luis, estas líneas son una carta de amor.

Querido Tío Luis, estas líneas son una carta de amor, a ti en tus ochenta años, a la familia y al patriarcado que representas. ¿Quién lo fuera a decir que desde hace ya muchos años eres la cabeza de ésta familia Carbó? cuando la memoria juega con mis recuerdos y aún veo a Don Luis, el otro, no el doctor como tú, sino el Don Luis padre, «el abuelo» andando por la calle de Lago Viedma en la antigua Colonia Argentina, en lo que fueran las propiedades de la familia y donde se levantaba la fábrica de inyección de plásticos al vacío «Dirgen». ¿Recuerdas esas comidas de navidades cuando los obreros y trabajadores de la fábrica se sentaban todos a la mesa que se ponía en el patio de la fábrica? largos tablones sobre «caballos de madera» que se vestían de manteles navideños y todos compartían la sopa de habas que hacía la abuela, ahí departíamos todos desde Don Luis, sus hijos -ustedes- con sus respectivas familias y los obreros de la fábrica y amigos, los más fieles amigos que nos acompañaron durante los buenos años y después se fueron desvaneciendo cuando la vida se empezó a diluir por una alcantarilla de desolación y oscuridad.

Don Luis fue el primer patriarca no cabe duda, lo veo con sus pantalones de vestir y chaleco a juego y sus manos siempre enlazadas a la espalda dando pasos-de-campana en la calle de Vasco Núñez de Balboa en Naucalpan cuando la vida iba en ascenso y toda la familia dejó el barrio de la Argentina entre los panteones Español y Sanctorum para irse a los suburbios-clase-media-en-flor con aires de cultura americana. Ahí pasamos los mejores domingos de la vida, al menos de la mía, los mejores domingos de familia, al menos de la mía, los mejores domingos entre la misa del medio día en la iglesia del Señor del Campo Florido y la comida familiar en casa de los abuelos. Los «primos-Carbó» como siempre nos hemos auto-definido sin remilgos, los primos Carbó jugábamos en la calle, andábamos en bicicleta y patines, a veces llegaban caballos ponis de renta con su caballerango paciente que nos llevaba a los niños a montar al río para dar la vuelta. Entrabamos y salíamos de la casa de los abuelos, de la casa de la Tía Lilí y de tu casa, la casa del Doctor, el pediatra de renombre que tenía que interrumpir las tardes de domingos porque sonaba mensaje en el «bipper» y te mandaban llamar de urgencia del Hospital Español, de las clínicas cercanas o los familiares ansiosos de algún niño enfermo.

«Ochenta años andando y llevando la tutela de una familia, donde nos has visto nacer de uno a uno y nos has llevado a enterrar de dos en dos».

El Tío Luis, el doctor, que estaba siempre dispuesto, siempre pendiente y siempre paciente, esa aura de paciencia es el sello que ha identificado tu personalidad a lo largo de los años, desde el joven Luis, hasta el Doctor, nuestro ahora patriarca. Y se dice fácil pero no es un papel ligero en éste enclave que se ha teñido de dolor, tragedias y muertes como una constante grotesca que no ha soltado la mano ni nos deja respirar. Tu paciencia ha sido la energía del atleta de alto rendimiento con fortaleza recia y el norte siempre bien localizado para aguantar la carrera de largo plazo. Ochenta años andando y llevando la tutela de una familia, donde nos has visto nacer de uno a uno y nos has llevado a enterrar de dos en dos. No es fácil dar sepultura a los hermanos y a los padres y tu lo has hecho con dignidad, con la frente en alto cada vez y con el rostro sereno. No he visto tu duelo pero sé que ha estado ahí, que vive en ti, que no te abandona desde la muerte de tu hermano Carlos, mi padre con apenas 39 años hasta la muerte del abuelo Don Luis, la muy querida Tía Lilí, tu amada madre y tu hermano Alfonso con ese corazón-Carbó de piedra y cal que tanto ha fallado en la familia para dejar a algunos tirados y a otros con el pecho abierto y latidos de metal. Pero has estado en cada nacimiento y has visto la luz en cada nuevo miembro de este clan.

«Los Carbó nacimos con nostalgia de Europa, a los nacidos en México nos faltó el mediterráneo, las calles de Burjassot y el sol valenciano».

Mi querido Tío Luis, ahora te veo en mis pensamientos y es ese mismo andar de tu padre, tu no traes el puro entre los labios, pero si esa gorra plana tan estilo español y es que es algo genético que los Carbó nacimos con nostalgia de Europa, a los nacidos en México nos faltó el mediterráneo, las calles de Burjassot y el sol valenciano, pero yo te miro y veo a ese patriarca de buena cepa, el hijo ejemplar de los Carbó-Pí y de los Ramírez-Riester que nos has llevado a todos a puerto seguro atravesando mil tormentas. Eres el guía de tus hijos y de todos-los-otros, todos-nosotros los que no somos tus hijos, los que nos quedamos huérfanos mas temprano que tarde y tu nos has cobijado con tu voz, con tu presencia y con tu mirada.

Ésta es una carta de amor en homenaje al patriarca de la familia, de mi familia, de estos Carbó que nos hemos hecho adultos, que hemos sentado cabeza, que hemos andado nuestros propios caminos y que ahora pasamos las enseñanzas a una generación de jóvenes creativos que han tenido el privilegio de nacer bajo el amparo de esta «tribu» donde el arte, los talentos y el sentido del humor no han pasado inadvertidos.

Hago una reverencia galante a tu mujer, la Tía Paz quien a más de 50 años te ha acompañado con todas las de la ley, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en el amor y en el renacer, Paz de inteligencia, Paz de vida en la que han forjado familia. Pareciera tan fácil llegar a tu edad, andar ese camino, realizar lo soñado y conseguir lo nunca imaginado, pareciera tan fácil pero tan solo tú sabes lo que han andado tus zapatos, tan solo tú sabes de las esquinas rotas del corazón, de tu corazón por el cual brindo y me quito el sombrero para celebrar tu vida, una vida excepcional donde doy gracias por ser nuestro patriarca, mi padre-en-ausencia mi Querido Tío Luis y éstas líneas son una carta de amor por tu vida, para ti.

La más pícara de las nietas

Eskilstuna, Suecia 2020

5 comentarios

  1. Avatar de carloscarbo
    carloscarbo · abril 26, 2020

    Genial!!! 😁

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  2. Avatar de Mabel
    Mabel · mayo 3, 2020

    Lo vi a través de tus palabras!

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  3. Avatar de Norma Alicia Colín Garrison
    Norma Alicia Colín Garrison · diciembre 15, 2022

    Bellísima carta a un gran ser humano. Un placer conocerlo y que haya sido el pediatra de mis 2 hijos, siempre les cambiaba el nombre, y recuerdo cuando de bebés, los sentaba en la palma de su mano para demostrarnos lo fuerte que eran y lo bien que estaban creciendo. Qué maravilla! No te conozco, pero te abrazo, Gracias Dr. Carbó! Lo llevaremos en nuestros recuerdos y en nuestro corazón. 🙏🏻❤️

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