El seno mutilado.

Ha pasado un mes desde la operación, el 26 de marzo del 2020 en plena crisis mundial por la pandemia del coronavirus el servicio médico de la región se las arregló para que mi operación entrara como prioridad máxima y no fuera desplazada a causa de la crisis. El mundo está cerrado, millones de personas están en casa, cientos de países han puesto el freno de mano, no hay salida, no hay escapatoria, el único camino es la cuarentena, el confinamiento, el encierro, la clausura total de la vida social como la conocíamos hasta el invierno pasado, es la primavera del virus, la primavera del mundo en cuarentena, de la economía en picada, del desempleo, de los contagios, de las muertes a nivel masivo a la fecha doscientas mil personas han muerto a consecuencia del codvid19 mientras tan solo en 2012 según la Organización Mundial de la Salud 8.2 millones de personas murieron a causa de algún tipo de cáncer y yo soy paciente de cáncer en el marco de la pandemia del siglo.

Mi cirujano se armó de coraje y metió mi caso como operación de urgencia, como si yo llegara al hospital en ambulancia y eso fue la maniobra maestra que permitió mi cirugía en un mundo totalmente movido por los hilos de la pandemia. Hoy día el 70% de las operaciones relacionadas con cáncer han sido pospuestas al menos con tres meses ya que los servicios de salud de Suecia -como en el resto del mundo- están trabajando a marchas forzadas, aún no se han sobrepasados pero sí enfrentan un ausentismo difícil de controlar debido al personal médico de baja por enfermedad y no es que todos estén infectados, pero el menor síntoma de resfriado, tos o fiebre los obliga a quedarse en casa, eso en un sistema de salud que ya enfrentaba escasez de talentos desde hace algunos años.

Hoy día el mundo sigue dando palos de ciego, estamos inmersos en un experimento masivo de resultados conseguidos a prueba y error, hoy se afirma una cosa y mañana será descalifica, las cifras no son fidedignas, cada país tiene estadísticas en base a modelos matemáticos y a procedimientos individuales, los misterios del virus son más grandes que su claridad. Un día hay quien asevera que los pacientes de cáncer que hayan concluido el tratamiento citostático al menos hacía un mes no siguen perteneciendo al grupo de alto riesgo, dos días después esa afirmación pierde fuerza cuando las autoridades de salud colocan a los enfermos de cáncer con o sin tratamiento en la segunda categoría del grupo de alto riesgo, tan sólo precedido por las personas mayores de 70 años.

Para bien o para mal sigo siendo grupo de riesgo, sigo siendo una definición y un porcentaje que está en la boca de los expertos, epidemiólogos y periodistas. Yo no tengo más alternativa que seguir religiosamente con mi cuarentena particular, guardando casa de sol a sol, desde que amanece hasta que el último rayo de luz cierra la noche. Salgo a caminar a diario con mi fiel Morris y sus cuatro patitas, camino todo lo que puedo cada día, empecé con apenas diez minutos y ahora podemos andar por horas, un día el parque de la ciudad, el otro los jardines botánicos, caminatas a la orilla del río y caminatas en el bosque y el lago. Las caminatas me mantienen «con lo pies en la tierra» me dicen a cada paso que la vida continúa, que el planeta no se ha frenado por mi propia enfermedad o por la enfermedad y riesgo de contagio de millones en el mundo, por las camas de hospitales llenas y por los respiradores que conectan a miles de personas al  elemento más accesible de la creación: el aire. Mi encuentro con algún conocido es siempre con dos metros de distancia de por medio y las relaciones familiares que eran siempre una fiesta de besos y abrazos ahora se miden por «un brazo» de separación, si las hijas no están conscientes de día y de noche yo sí que lo estoy y me mantengo alerta para no tocar – no abrazar – no besar – no dar la mano – no hacer contacto físico y no estar tan cerca que un virus forastero se atreva a entrar en mi área personal. Es la venganza de la cultura Sueca al mundo «distancia personal» no te me acerques, no me toques y no me hables en la cara, no me pongas la mano en el hombro, no me roces el brazo y no te me aproximes al extremo de sentir tu aliento en mi piel. Es la venganza vikinga a la cultura universal, de eso estoy segura y se llama «espacio personal».

Hoy por hoy yo respeto y resguardo mi bienestar de la manera más celosa posible y la cautela no está nunca de más. Me quedo en casa, no salgo más que en los contados casos que tengo citas en el hospital, no sin antes recibir la llamada obligatoria donde me hacen las cuatro preguntas básicas de control: 1.-¿tienes fiebre? – 2.- ¿has tosido durante el día? – 3.- ¿has estornudado durante el día? y 4.- ¿tienes dolor de garganta?. No – no – no y no son las respuestas correctas para poder ir al día siguiente al hospital para recibir las dosis restantes del tratamiento de anticuerpos. Una inyección cada tres semanas de un total de 17, vamos por siete y si los cálculos no me fallan por ahí de noviembre, cuando se cumpla el primer año del inicio de este viaje surrealista a los infiernos de la medicina moderna cuando el tratamiento de anticuerpos llegue a su fin. El tratamiento hormonal a base de pastillas de Tamoxifeno con aspecto inocente apenas empieza con una dosis de una tableta al día durante los próximos… diez años, lo cual me motivó a revisar mi plan de pensiones y los fondos bancarios comprados hasta la fecha, un poco de optimismo a largo plazo es siempre bienvenido como un rayo de sol en los palcos de sombra de la plaza.

Han pasado precisamente 30 días desde la mutilación oficial de mi seno izquierdo, un poco menos de grasa, tejido y un pezón menos en el cuerpo de una mujer que no ha definido la vida en base del tamaño de sus senos. ¿Cuál sería mi reacción al despertar de la anestesia y encontrarme sin un pecho?, ¿cuál sería mi reacción al meterme a la ducha y no tener que enjabonar un seno? – ¿cuál sería mi reacción al ponerme la ropa y andar con un pecho plano?. No lo sabía, simplemente difícil de predecir así como una depresión postparto no se puede anticipar durante el embarazo o una depresión post-divorcio no se puede ver a la distancia, el saber cuál sería mi sentir cuando la vida fuera tomando su curso era difícil de pronosticar.

Han pasado 30 días y mi cuerpo ha dejado la zona del dolor, se ha mudado por completo fuera de ese territorio oscuro de pena corporal que nos recuerda a cada minuto que estamos hechos de carne y huesos y que se puede agonizar hasta la muerte. Yo no morí en ese viaje de tormento profundo y oscuro sino que me fui moviendo como en una película de time-lapse para reiniciar la vida desde la base del dolor hacia el horizonte de la rutina.

«Mis días se llenan de palabras, las palabras han sido mi salvavidas, mi motivo, mi esperanza»

Las noches siguen siendo duras, pero cada noche es menos dura que la anterior, dicho eso hoy será la noche 31 lo que podría mostrarse en una clara curva de descenso del dolor en un espectro más azul que rojo, alejándose paulatinamente del dolor para encontrar la normalidad. Mis días empiezan con largas caminatas con mi «morris» y un desayuno austero siempre con un huevo tibio que me como directo del cascarón, mis días se llenan de palabras, las palabras han sido mi salvavidas, mi motivo, mi esperanza, palabras impresas, habladas o radiales, las escucho en los programas de la P1 sueca, las leo en los diarios electrónicos, las disfruto en los libros, las escribo y las escucho en mi cabeza, las hablo con mis amigas y las persigo durante el día para que caigan todas en su lugar. Palabras como las que rodean a Millas en «El orden alfabético» y así paso el día entre palabras, me envuelvo en ellas, me visto de ellas y me las unto, me las echo encima y me las espanto del hombro con el dorso de la mano. Ente frases y párrafos, entre líneas y pausas encuentro mi día y le doy sentido, pensando más que nunca y fluyendo como la balsa de troncos ligeros que he aprendido a ser durante estos meses flotando en tempestad.

«Mi seno no es una perdida, mi seno mutilado es un recuerdo y en su memoria he recibido un trofeo, una magnífica cicatriz que cruza mi pecho, una cicatriz hermosamente cosida a mano como un bordado de alta escuela con la delicadeza de los puntos perfectos que tan solo una monja de clausura, una modista haute couture de Chanel,  una abuela de pueblo o una cirujano experta pudiera proporcionar»

Cuando le informé a Tomm del diagnóstico oscuro y tenebroso de cáncer con metástasis nos tomamos de la mano, fue justo antes de la explosión del coronavirus y antes de que nosotros tuviéramos la menor sospecha de que el mundo estaba a punto de cambiar, en ese momento decidimos tomarnos de la mano y dejarnos fluir con lo que tuviera que venir, para fluir se requiere soltar las amarras, para fluir se requiere alejarse del puerto, para fluir se precisa adentrarse en aguas profundas y anular la resistencia. Fluir y resistir son antónimos y nosotros lo sabíamos desde el principio así que echamos por la borda todos los contrapesos y nos dedicamos a flotar sin resistencia para fluir de la manera más natural posible y gracias a eso no hemos tenido pérdidas en el camino. Mi seno no es una pérdida, mi seno mutilado es un recuerdo y en su memoria he recibido un trofeo, una magnífica cicatriz que cruza mi pecho, una cicatriz hermosamente cosida a mano como un bordado de alta escuela con la delicadeza de los puntos perfectos que tan solo una monja de clausura, una modista haute couture de Chanel,  una abuela de pueblo o una cirujano experta pudiera proporcionar. La cicatriz no me pesa, es ligera, vuela, es tenue, no me asusta; es liviana como el olvido, como el sombrero hongo de Sabina en la insoportable levedad –claro está- del ser.

Treinta días desde la cirugía, mi tejido, mis ganglios, mi pecho pasaron a ser material del laboratorio patológico para ser mirados al microscopio, treinta días y no siento luto en el pecho – ni vacío. No siento ausencia – ni duelo. No hay un espacio que llenar – ni pena que cobijar. Un seno mutilado no es una batalla perdida, es una esperanza – un espacio que se ha llenado con tiempo-comprado para colmarlo de vida.

 

 

Podcast en voz de la autora

4 comentarios

  1. Avatar de Adriana serrano
    Adriana serrano · abril 26, 2020

    Lucy, Prima Querida….acabó de leerte por primera vez. Siento que acabo de estar ahí a tu lado escuchando tu historia. Tus palabras Sí tus palabras me han hecho sentir tan cerquita de ti que siento que puedo abrazarte. Te agradezco por dejarme entrar en tu mundo “ tu mundo de las palabras” , palabras llenas de sentimientos de experiencia y de una nueva historia de tu vida!! Tus palabras deleitaron mi mañana de hoy domingo. Te abrazo a la distancia con gran cariño. Pidiendo a Dios te fortalezca y que un vallado de Ángeles permanezca ahí contigo cada día para cuidar de tu salud!!! …..Tquiero Prima LUCY !! 💕

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  2. Avatar de carloscarbo
    carloscarbo · abril 26, 2020

    Fabuloso!!!! 😁

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  3. Avatar de Carmen Praget
    Carmen Praget · abril 26, 2020

    Querida Lucia, sin temor a exagerar o a qué suene a cliché, has dado la madre de todas las batallas, y ni más ni menos que por la vida! Brindo por ti y por tu escudero.

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    • Avatar de Lucía Carbó - Sivertsen
      Lucía Carbó - Sivertsen · abril 26, 2020

      Gracias querida, pareciera un cliché hasta que entra en la vida y en el cuerpo, es una batalla cuerpo-a-cuerpo y sin duda sin mi escudero de cabecera y todos ustedes escuderos de amor y amistad esto no hubiera sido posible.

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