«Sí, amamos éste país»

El aire ha cambiado, no cabe duda, es aire de primavera pero ha cambiado, el sol hace sus intentos fallidos, pero intentos al fin de cuentas de calentar y cubre las paredes blancas de la cocina, entra por los ventanales y agradezco la luz que llena las habitaciones, se siente la primavera en el ambiente pero que no quede duda, el aire ha cambiado, lo ha venido haciendo en los últimos días de manera acelerada, es un tsunami que inició hace unos pocos meses y que ha venido arrasando y dejando silencio a su paso, ahora es el turno de Europa.

A pesar de los efectos secundarios de la que fuera mi última sesión de tratamiento citostático intento con un ímpetu necio ponerme en pie y sentirme útil, ponerme en pie y valerme por mí misma, ponerme en pie y hacer una vida «normal» como el preparar mis propios alimentos y resolver mis necesidades básicas durante las horas en que la familia está cumpliendo con sus propias obligaciones, así que el jueves mis piernas que por lo general son dos-troncos-de-peso-de-plomo me permitieron ponerme en pie y pararme frente a la barra de la cocina para preparar la cena y dar la sorpresa a la familia con una mesa servida cuando llegaran cansados por la tarde. Pasé el día preparando un pay de brócoli con coles de bruselas con movimientos lentos y poco sincronizados, en el aire las voces de la P1, la radio estatal Sueca, el «public-service» fruto de la democracia social que gracias al pago de impuestos de los contribuyentes financia medios de comunicación independientes del sistema y de la iniciativa privada, dedicados al servicio-público con contenidos objetivos, profesionales y de alto valor, en pocas palabras el sueño de cualquier comunicador. Para mí escuchar la P1 y la P2, la estación hermana dedicada a la música clásica han sido mi paraíso sonoro en Suecia y ahora con horas y horas de ocio en mi cuarentena particular son una compañía irreemplazable. Éste jueves de marzo no fue la excepción, mientras preparaba la masa del pay escuchaba las noticias y los programas especiales, uno tras otro, los directores de los diferentes ministerios tomaban la palabra para explicar la situación del país y principalmente las decisiones tomadas hasta el momento todo con relación al Coronavirus.

El tsunami se ha movido implacablemente dejando tras de sí a China y a Corea del Sur, avanzando a pasos agigantados en Europa. Llamé a mi amada-gorda a Roma para saber la situación y recibí una sonrisa enorme y un corazón alegre dispuesta a enfrentar la crisis y a permanecer en cuarentena con su familia en su piso en el centro de la ciudad, una ciudad que canta de balcón a balcón y que apoya a los más necesitados. Noruega y Dinamarca han cerrado las escuelas y hace apenas cuatro horas al medio día del sábado Dinamarca cerró las fronteras. Las voces de los expertos del ministerio de Salubridad eran las protagonistas de los medios Suecos, científicos guiando a la sociedad en base a estudios, datos, modelos matemáticos y compartiendo información con sus colegas de Europa, China y el mundo. Los políticos subieron al podio mucho después y me sentí sumamente orgullosa al escuchar al Primer Ministro Löven diciendo que las decisiones que el gobierno tome serán siempre guiadas por las recomendaciones de los expertos responsables de las diferentes dependencias y no en base a una agenda política.

Yo seguía cocinando con mis piernas-de-plomo tan pesadas que la derecha le tiene que pedir permiso a la izquierda para moverse, pero sin desistir de mi plan original de preparar la cena para la familia cuando en la emisión ininterrumpida de noticias presentan a la Primer Ministro de Noruega Erna Solberg quien inicia su discurso diciendo algo que me dejó plantada en medio de la cocina y con la respiración cortada: «las medidas que estamos por tomar son las medidas más drásticas tomadas por el gobierno Noruego en tiempos de paz». Medidas – drásticas – tiempos – de – paz y yo ahí parada escuchando y el aire cambiaba, el aire que yo estaba respirando se volvió denso, oscuro e impenetrable y me quedé plantada en medio de la cocina gracias a mis piernas-tronco-de-plomo que pesan tanto que no se mueven, que pesan tanto que no me dejan correr, que no me dejan escapar, que no me permitieron echarme a volar, y pensé en Elin en-tiempos-de-paz y pensé en Tor y seguía escuchando a la Primer Ministra de Noruega con su idioma y su acento y yo pensaba en Elin y pensaba en Tor, los abuelos de mis hijas, los padres de mi esposo que crecieron en la Noruega ocupada por los nazis, en la Noruega de pobreza, de largos inviernos fríos y oscuros sin los beneficios de la riqueza petrolera, en la Noruega del racionamiento, la solidaridad y la resistencia.

Elin la miró al abrir la puerta y sintió que el aire había cambiado, el aire que respiraba era diferente, la radio estaba encendida y lo único que se escuchaba era el himno nacional Noruego «Ja, vi elsker dette landet»

Parada en el centro de la cocina, con el olor del brócoli y las coles de bruselas en la sartén escuchaba yo a la Primer Ministro de Noruega y pensaba en Elin y Tor, los abuelos de mis hijas. Cuando Elin tenía apenas seis o siete años subió a su casa, una casa de madera en las calles empinadas de Bergen, uno de los puertos pesqueros más importantes del país, una ciudad antigua y tradicional, una ciudad de raíces medievales, raíces vikingas, raíces ancestrales enclavada en los fiordos del mar del Norte, Bergen una de las ciudades más hermosas de escandinava, origen de los Sivertsen y los Bruland, la cuna del linaje de mi marido; Elin con sus piernas ligeras de niña subió las escaleras en esa casa de madera roja donde apenas dos habitaciones eran el total de la vivienda, una la cocina y comedor con un sillón que cubría las funciones de cama para la niña por las noches y la otra la cama para la madre y el recién nacido. En ese Bergen de calles de piedra y lodo no había servicios de agua y drenaje dentro de las casas en la primera mitad del siglo XX, el agua había que llevarla en cubos y la letrina común estaba en el patio colectivo. Elin subió las escaleras un día de mayo de 1945 y encontró a su madre sentada en la cocina con su hermano Svein en brazos, la madre con lágrimas en los ojos arrullando al bebé, Elin la miró al abrir la puerta y sintió que el aire había cambiado, el aire que respiraba era diferente, la radio estaba encendida y lo único que se escuchaba era el himno nacional Noruego «Ja, vi elsker dette landet» (Sí, amamos este país) y su madre con lágrimas en los ojos le decía: «se acabó Elin, se acabó la guerra» y Elin a sus seis o siete años miraba a su alrededor y escuchaba el «Sí amamos este país» y veía a su hermano en los brazos de su madre mientras lo amamantaba y sentía en todo su cuerpo, con todo su ser que el aire había cambiado.

En los patios comunes las mujeres recogían la ropa recién lavada y reemplazaban las sábanas, los calzones largos, los fondos y las faldas tendidas al sol por las banderas Noruegas que habían estado prohibidas y escondidas en los sótanos. Rojo y azul colgaba de las líneas de los tendederos en todos los patios, rojo y azul en todos los jardines, en todos los parques y en todo el país. Noruega había resistido la invasión nazi y era ahora un país libre. Ahí estaba la pequeña Elin, que sería la abuela de mis hijas, a sus siete años en la puerta de la casa de madera en Bergen, en el corazón de los fiordos Noruegos escuchando su himno nacional, escuchando la radio, escuchando a su madre, mirando a su hermano pequeño y sintiendo que el aire había cambiado mientras se escuchaba el Sí, amamos este país y las banderas Noruegas rojo y azul cubrían los patios, se tendían al sol un día de mayo en Bergen.

Yo en mi cocina pensaba en Elin y escuchaba a la Primer Ministro Noruega, al Primer Ministro Sueco, al ministro de salubridad, a la ministra de economía, a la ministra de educación, a los expertos, a los científicos, las voces resonaban en las paredes blancas y bañadas de luz de la cocina de mi casa, las voces las sentía resbalar por mi cuerpo, voces, palabras, noticias, datos, decisiones, medidas de seguridad nacional y el aire había cambiado, lo sentía a cada palabra, el aire había cambiado de manera radical. Yo nunca he vivido una guerra pero pensaba en Elin que escuchó de voz de su madre cuando la guerra terminó. Yo nunca he vivido una guerra como los abuelos de mis hijas lo hicieron en su niñez pero supe que el aire se había modificado y que en cada país del mundo se vivirá tarde o temprano una emergencia nacional, esto es tan solo el principio y que las cosas no volverán a ser igual.

Bolsas de valores a la alza y en caída libre, jefes de estado enfrentando un enemigo indeseable y el mundo entero en riesgo por un virus. El tsunami se está moviendo, ha dejado Asia a sus espaldas y está sacudiendo las entrañas de Europa para estirar sus extremidades hacia América.

Mi pay está horneado, la cena está lista, logré un pay perfecto de brócoli y coles de bruselas sin necesidad de productos lácteos, logré un pay dorado y crujiente con sabores excepcionales que estará listo para ser servido cuando la familia llegue a cenar y los sorprenderé con un platillo formalmente preparado y servido con ensalada de rucola y tomates a pesar de mis efectos secundarios, de mis piernas-que-pesan-plomos y de que el aire ha cambiado, en Suecia, en Escandinavia, en Europa, en el mundo, no cabe duda, el aire ha cambiado y estamos lejos. Muy lejos del final.

Podcast en voz de la autora

6 comentarios

  1. Avatar de Gwenn-Aelle
    Gwenn-Aelle · marzo 14, 2020

    El aire ha cambiado y sí, yo también pensé en tsunami. Aquí nos dice en el sub-secretario de salud que hay que pensar en la economía también y el presidente pide que no nos dejemos de abrazar. Ah, y lo de los pies-de-plomo pasará, aquí acabaron por ceder.

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    • Avatar de Lucía Carbó - Sivertsen
      Lucía Carbó - Sivertsen · marzo 14, 2020

      Quizá tiene razón ese presidente y abrazando se agilizan los procesos y pasa lo que tiene que pasar.
      Y las piernas de plomo quizás son útiles en tiempos de incertidumbre.

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  2. Avatar de Gwenn-Aelle
    Gwenn-Aelle · marzo 14, 2020

    No, no la tiene.
    Los procesos se pueden agilizar cuando ya están, no provocarse.
    Y no… Quiero pensar que no hablas de otros procesos. No que no puedas, sino que hoy no. Hoy quieres al país que quieras querer.

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  3. Avatar de Mabel
    Mabel · marzo 15, 2020

    Y este escrito queda como prueba histórica de lo que estanos viviendo y que servirá de referencia algún día a nuestros nietos… Gracias!

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  4. Avatar de Gabriela
    Gabriela · marzo 15, 2020

    Así es Lucía, el covit-19 nos ha puesto a pensar en las vidas que llevamos y que con mucha frecuencia todo lo damos por sentado, pero no hace mucho las cosas eran muy diferentes. Me alegra que hayas terminado tu tratamiento. Espero de ahora en adelante todo sea mejor, día a día un poco mejor. Abrazos!

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    • Avatar de Lucía Carbó - Sivertsen
      Lucía Carbó - Sivertsen · marzo 15, 2020

      Muchas gracias, terminé el tratamiento citostatisco, ahora sigue la masectomía y el tratamiento de anticuerpos así que el camino es largo, por suerte vivimos un día a la vez. Abrazos!

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