Esto de ser mexicano

Hay una nación en el mundo que se llama México, no un país, el país está geográficamente situado en Norteamérica entre Estados Unidos y Belice y Guatemala al sur, la nación a la que yo me refiero no tiene territorio, tiene identidad y somos éstos poco más de 11 millones de mexicanos que vivimos en el extranjero.

La cifra la leí en un buen artículo dedicado a los mexicanos residentes en Europa, que no llegamos siquiera al 2.5% de ésta nación-de-mexicanos que por alguna u otra razón hemos venido a parar hasta estas latitudes, en su mayoría en España, Alemania, Italia y Francia.

Me gustó pensar en que somos una nación-de-mexicanos que nos hemos dado a la labor de representar nuestra cultura en otros países, somos nosotros que con nuestra idiosincrasia, nuestros talentos y nuestras sonrisas ponemos una pizca de sal en las culturas que hemos adoptado o en las culturas que han venido a adoptarnos a nosotros con los brazos abiertos o quizá a veces, al principio con los brazos cruzados y la sonrisa fruncida, pero que después han venido a dar de sí.

En muchas ocasiones en aeropuertos o viajes, o simplemente en alguna ciudad de Suecia veo a una persona, por lo regular alguna mujer que nada más por su simple aspecto sé que es compatriota, será el color de la piel, el brillo de los ojos, los movimientos de las manos, el arreglo personal o la manera de moverse pero siempre me salta la frase “ella es mexicana” y me acerco como gato cauteloso alrededor de un plato de leche y trato de escuchar su hablar y trato de hacer contacto visual para después decir gustosa “¿mexicana?” y las sonrisas se abren y empieza la charla como si nos hubiésemos encontrado después de toda una vida de no vernos.

Me gusta mucho pensar en una famosa frase de Chabela Vargas, esa la que Sabina no puede soltar, la de “y nos dieron las dos y las tres”, cuando un periodista la entrevista y le dice “oiga Chabela usted dice que es mexicana pero lo cierto es que usted no nació en México” y ella contesta “Los mexicanos nacemos donde se nos da la chingada gana” y es cierto, y es cierto también que nos anidamos en donde nos da esa chingada gana también y hacemos hogar y hacemos familia y hacemos amigos y echamos raíces. Unas raíces diferentes que se entierran en una tierra nueva pero que se extienden hasta la Ciudad de México, o hasta Oaxaca o hasta Coahuila.

Las raíces que venimos a echar están afianzadas en las ciudades y los pueblos de México pero cuentan con la hermosa capacidad de florecer en tierra ajena.

Me gusta estar en los aeropuertos y escuchar a los mexicanos que me encuentro a mi paso, no requiero hacer platica con todos, simplemente los escucho y disfruto el escucharlos y me imagino sus historias, los jóvenes que hacen su primer viaje trasatlántico como estudiantes de alguna universidad y que lograron algún tipo de beca para salir a una universidad europea, la pareja mayor que cumple el sueño de vida de viajar a Europa, los “juniors” que no paran de dar voces y presumir a cada movimiento su enorme posibilidad de hacer un viaje más a expensas de una cartera heredada, las jóvenes que viajan en grupo y que se arriesgan a una tortícolis cada vez que un rubio de piernas largas pasa a su lado, la señora mayor que hace el esfuerzo de dejar su casa para ir a visitar a los nietos nacidos con otra nacionalidad.

Las constelaciones son infinitas, pero fáciles de identificar y de leer en sus rostros. Cuando uno llega a la sala de abordar de un aeropuerto con salida a México el ambiente cambia literalmente y se siente la identidad que se transpira por los poros de esa comunidad mexicana.

Pero la nación-de-mexicanos que vivimos en el extranjero por motivos de trabajo o como inmigrantes-por-amor somos una población de embajadores de lengua y tradiciones con la responsabilidad de hacer las cosas bien, cada decisión, cada proyecto cada vez que nos presentamos como genuinos mexicanos tenemos la responsabilidad de representar a un país en su complejidad y en su totalidad.

De vez en vez, no con mucha frecuencia como quisiera pero sí de vez en vez he disfrutado de la compañía de algunas compatriotas mexicanas en Estocolmo, y siempre es un gusto saber que ésta nación-de-mexicanos en Suecia, en su mayoría mujeres hemos sabido hacernos un espacio en una sociedad difícil de penetrar, la mayoría somos profesionistas que hemos aprendido el idioma y nos hemos colocado en puestos de trabajo dignos, la mayoría nos hemos abierto las puertas en una por demás ajena cultura laboral.

Me gusta seguirle la pista a éstas mujeres mexicanas en Suecia y ver que no tenemos miedo a las limitantes, que siempre se abre una muy buena oportunidad de trabajo o de estudios, que las que deciden sentarse en una banca de la universidad lo hacen en niveles de maestrías y doctorados haciendo un muy buen uso de la preparación recibida en el país natal.

Insisto en la frase de Chabela Vargas y la adopto para decir que no se necesita vivir en México para ser mexicano, que la labor de embajadores que nos hemos auto asignado es un trabajo de tiempo completo que se cohesiona con nuestra vida cotidiana y la cual es una gran responsabilidad. Y ésta labor y compromiso se alarga y se ensancha cuando educamos hijos, nacidos-mexicanos-en-el-extranjero pero a fin de cuenta mexicanos porque nosotros nacemos donde nos da nuestra chingada gana, pero nacemos mexicanos. Y así se van profundizando y engrosando las raíces y van fortificándose y floreciendo en otros suelos, cuando heredamos el valor del idioma a nuestros hijos, idioma y tradiciones son los valores de la identidad que podemos pasar de mano en mano y de generación en generación.

He conocido chinos fascinantes que en tercera o cuarta generación se siguen considerando chinos aunque los padres y los abuelos hayan nacido en territorio extranjero. Chinos en Singapur o en Australia se siguen considerando chinos y no australianos o singapurenses ya que la sangre sigue siendo china, aunque sea por uno solo de los progenitores, y el idioma y las tradiciones en casa siguen siendo chinas.

A mí se me aguadan los ojos cuando la gente le pregunta a mis hijas de dónde son y ellas con orgullo dicen siempre que mexicanas, aunque el pasaporte sea noruego y la vida esté enclavada en Suecia, el idioma materno, las tradiciones, los valores y la cultura en casa son mexicanas, con el lujo enorme de enriquecerla al aprender e implementar lo mejor de los valores y la cultura de la tierra que nos ve despertar cada mañana.

Somos una pequeña gota en el océano de ciudadanos en el extranjero, somos una diminuta muestra de la nación-de-mexicanos en el extranjero pero con la enorme responsabilidad de representar a nuestro país y nuestra cultura a cada paso que damos.

Me gusta éste rol, me gusta éste trabajo extra que nos echamos encima, y así como los Españoles han sabido darle un sello a su identidad transformándola en “la marca España” así nosotros la nación-de-mexicanos en el extranjero somos una parte de la marca México que se mueve por el mundo y que con la frente en alto representamos nuestra identidad.

Me gusta esto de ser mexicano.

4 comentarios

  1. Avatar de Guadalupe Oliva C
    Guadalupe Oliva C · marzo 16, 2016

    Muy lindas palabras, mi admiraciòn para todas ustedes, por esa fuerza que demuestran dia a dia por tener raices en otro lugar y por representar tan dignamente a nuestro país, muchas felicidades.

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  2. Avatar de Perla Hernández
    Perla Hernández · marzo 17, 2016

    ARRIBA Y ADELANTE, ORGULLOSAMENTE MEXICANAS!!!

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  3. Avatar de Pilar Lopez
    Pilar Lopez · marzo 20, 2016

    Lo único malo es que, al parecer, ser buen mexicano se da mejor en el extranjero

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    • Avatar de Lucía Carbó - Sivertsen
      Lucía Carbó - Sivertsen · marzo 20, 2016

      Puede ser Darwiniamismo puro ya que fuera de nuestro ámbito natural (nacional) sólo los que se hacen más fuertes y se adaptan al nuevo entorno sobreviven. O es pura idiosincrasia de la buena mexicana que nos educaron para portarnos bien en casa ajena 😊 (síndrome de casa-de-la-tía) te comes todo lo que te sirvan y das las gracias mi’jito

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