El contrapeso

Por alguna extraña razón la línea de tren Eskilstuna – Katrineholm – Gotemburgo ha hecho modificaciones en sus itinerarios y rutas, y no pudimos reservar boletos para el viaje planeado, no de último minuto en mi mentalidad latina, pero sí de último minuto para el resto del equipo por demás escandinavo, cuatro días de anticipación mexicana son cuatro días de retraso en sus agendas, pero no hubo boletos y mi jefe y yo decidimos irnos en auto. Cuatro horas y piquito de carretera son suficientes para una larga charla, desde revisar los proyectos que tenemos sobre la mesa hasta hacer un análisis agudo de la situación laboral en los equipos en los que participamos, en otras palabras para mi es que vamos sacándole la garra a dios y a todos sus santos vestidos de troles suecos, pero él considera que vamos haciendo un muy sano análisis del ambiente laboral.

Y mi perfil formó parte del análisis también, por-supuesto, ir de pasajero no me daba boleto de estar exenta de los comentarios y más aun tomando en cuenta que hay un nuevo “kid-on-the-block” que porta el traje de director. Y éste nuevo personaje le preguntó a mi piloto-compañero-de-cuatro-horas-y-pico de recorrido en auto y por si fuera poco jefe directo, le preguntó en pocas palabras “bueno y qué onda con Lucía”  … o algo que habrá sonado sumamente similar en sueco.

Y el “qué-onda-con-Lucía” me llama por demás la atención ya que no es una pregunta que se haga de manera regular sobre ninguno otro de los colegas o (para ser inclusivo e igualitario en géneros) de las colegas, “qué-onda-con-Lucía” es un cuestionamiento que pocos hacen en función de cualquier otro colega, nadie anda por los pasillos preguntando a sus compañeros “que-onda-con-Gunilla” ó “que-onda-con-Pernilla” (todos ellos nombres reales de gente real en los pasillos de la organización) sino el punto de curiosidad, el objeto de cuestionamiento es la combinación extraña de: mujer, madura (hace unos pocos ayeres que los 25 se me quedaron guardados en la maleta), profesional y tararán! Latina, no simplemente latina, sino mexicana, simplemente María.

Y es ahí cuando salen muchos comentarios y opiniones, una fiesta de adjetivos y calificativos vuelan por los aires y las versiones se contradicen porque eso de la aceptación es un arte y para crear arte se requiere de sofisticación de los sentidos.

Los jefes que he tenido a lo largo de los años caben todos en el cajón de la gaveta donde se acumula la madurez en combinación con un par de tanates, diría mi abuela, muy bien puestos; ellos han sido los visionarios que saben de antemano que mi trabajo les elevara, como el molinillo a la espuma del chocolate, ellos saben que mis logros serán sus logros también y mis resultados serán medallas que ellos como superiores se colgarán al pecho, ellos saben por demás que la integración-igualdad y multiculturalidad en los equipos de trabajo son bien vistos en los ojos de los superiores y hay qué fácil es poner a la-mexicana en sus equipos y así poder palomear todas las minorías bajo un mismo nombre: mujer-palomeado, mayor-palomeado, mexicana-que-fruta-vendía: palomeado. Así minoría de género, minoría de edad, minoría de nacionalidad todo cabe en el mismo jarrito, después de firmar mi contrato se pueden dar el lujo de firmar el resto únicamente con Ingenieros, hombre-jóvenes- recién egresados-y-suecos así instalar en cada una de las sillas a esos adonis escandinavos herederos de la genética del dios Tor, con su 1.95, ojos azules, cuerpos más que entrenados y sus cabezas rapadas, ya que la cabeza de pelo negro-cano-representación de las minorías absolutas se sienta en el escritorio del fondo.

El “qué-onda-con-Lucía” recibió una respuesta que me sorprendió, porque al paso de los años he recibido muchos adjetivos calificativos, algunos de ellos los he guardado en los cajones de los recuerdos y otros los desecho en automático en el basurero, salvaguardando siempre a la personalidad y la autoestima. De los calificativos más monos y cariñosos es el que recibí desde recién nacida hasta pasados los veintitantos por parte de mi abuela, y ese lo escribía ella a mano en la tarjeta de mi regalo de cumpleaños y en la tarjetita de mi regalo de navidad “para la más pícara de mis nietas” esa era yo! Si señores y señoras de los trece nietos era yo la que era la pícara para la abuela y esas son etiquetas amorosas que forman cinceladas precisas en la personalidad. He escuchado generalmente que soy creativa o que soy inteligente, pero no hay precisión científica en ello, personalmente yo siempre me he considerado a mí misma un catalizador que si lo buscamos en el diccionario sale de primer golpe algo como esto: Sustancia que hace más rápida o más lenta la velocidad de una reacción química sin participar en ella. Pero si ser sustancia no se encuentra tan halagador entonces caemos en la segunda definición: ”Persona o cosa que aviva y da empuje a algo, o que atrae y agrupa fuerzas, ideas o sentimientos” y ésa si me gustó, ésa definición sí que me la pongo y me salgo a la calle a pasear con ella, avivo y empujo, atraigo y agrupo y soy capaz de manejar fuerzas, ideas y sentimientos. Así si baila mi’ja con el señor, esa definición de catalizador la puedo adherir con gusto a mi pasaporte justo en la línea donde se especifica la nacionalidad, mexicana-que-fruta-vendía.

Pero en mis cuatro horas y pico sentada en el V70 escuché otra definición de mí misma, como respuesta a la pregunta de “qué onda con Lucía” mi jefe-cara-pálida dio como definición “Lucía es el contrapeso” jaha! dije yo en voz alta con mi mejor acento sueco “contra-peso”! y lo miré fijamente a los ojos y él gesticuló como quien se va aproximando al escenario para apoderarse del espacio frente a su audiencia, se acomodó ante sus luces imaginarias y empezó un monólogo donde el tema central era mi persona y al mismo tiempo fungía como la única audiencia cautiva de la sala y me repitió la respuesta que le dio al nuevo kid-on-the-block- con traje de director: Si quieres tener un equipo de gente un grupo de managers donde reine la unidad y la unanimidad, entonces no invites a Lucía, si quieres que se haga únicamente lo que tu planeas, entonces no invites a Lucía, si quieres que todos tus managers te den la razón, entonces no invites a Lucía, si quieres que los procesos sigan su cauce natural, entonces no invites a Lucía, si quieres que se haga únicamente tu voluntad y que no se cuestionen los objetivos y las metas, entonces no invites a Lucía. Lucía es el contra-peso, va a cuestionar lo establecido y va a encontrar alternativas donde nadie las había visto antes, Lucía va a ver oportunidades en las ranuras donde el resto veía riesgos de fractura. Lucía va a tomar decisiones tan rápidas y ágiles que necesitarás correr detrás de ella y la mayoría de las veces vas a llegar con el aliento en la mano. Lucía va a elevar los proyectos al siguiente nivel y va a exigir del equipo a dar más de lo que estaban dispuestos, Lucía se va a reír en voz alta sin importar que sea la hora del café o que sea una junta de consejo, Lucía va a ser el contra-peso en un ambiente laboral establecido donde la mayoría de los que ocupan las sillas están acostumbrados, educados y programados a decir que sí en un canto de conformidad. Así que si quieres llevar la fiesta en paz y que todos bailen a tu ritmo no invites a Lucía a tu grupo de managers.

Jaha! volví a decir yo en mi mejor acento sueco con una colita de ironía mexicana, “no estoy segura si tu campaña es para promoverme o es para dejarme en la banqueta” le dije, y su respuesta fue clara, “si el new-kid-on-the-block-con traje-de-director es lo suficientemente inteligente te hará llegar una invitación”.

Para eso se necesitan ese par de tanates que mi abuela siempre traía en su bolsita de mano junto con el novenario y el monedero para comprar las tortillas, me dije viendo por la ventanilla del V70 la oscuridad de las seis de la tarde en un trayecto de cuatro horas y pico entre Eskilstuna y Gotemburgo.

2 comentarios

  1. Avatar de Pilar Lopez
    Pilar Lopez · noviembre 28, 2015

    Que magnífico ser definido así en el trabajo. Felicidades!

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  2. Avatar de Perla Hernández
    Perla Hernández · noviembre 29, 2015

    QUE ORGULLO!

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