De ánimo ambulatorio nació con la camisa oliendo a sudor y un R45 haciendo ruido en la pequeñísima salita de un piso aún más pequeño que aspiraba a encarnar la independencia de una mujer en sus medios veintitantos que empezaba a vivir sola. El entorno no era sofisticado en lo absoluto, no era el piso de sótano de Brooklyn, la pensión de estudiante de Madrid ni la habitación rentada en las calles del centro de Coyoacán. El piso con el aparato de aire más ruidoso del mundo estaba en una de esas ciudades donde el aire se corta con cuchillo en la época de calor, donde respirar es un esfuerzo de a bocanadas que toman su tiempo para encontrar un poco aire fresco que entre a los pulmones.
De ánimo ambulatorio nació de noche, como la mayoría de las creaciones de las almas libres, nació de noche donde las sombras, los ruidos y los nombres cambian de forma.
De ánimo ambulatorio se fue creando de la influencia de amigos que rodeaban mi pequeñísimo piso de renta con pisos sin tapetes y con el tapete como cubre-futtón-rojo.
Porque el ánimo era por demás ambulatorio en esos años de abundancia de vida donde saborear la libertad y la capacidad creativa era un placer que se compartía con otros creadores y sibaritas de la zona. Mi abuela diría “Dios los hace y ellos se juntan” y así como gotas de mercurio mi llegada solitaria a las tierras coahuilenses fue atrayendo hacia a mí otras almas creativas que buscaban sus propias respuestas en la pintura, en la fotografía, en la escultura, en la música y en las letras.
Fui encontrando espacios donde nunca me hubiera imaginado que había posibilidad de expresión, los días se hacían de acero y de escoria y las noches se iban creando de voces y de ideas, así en las ranuras de la cotidianeidad fuimos haciendo brechas con espacios en la radio como “La hora de nadie” donde nos dábamos el lujo de tocar esa música propuesta del alma de un melómano, leer poesía y cuentos y beber café, eso era lo que más hacíamos entre rola y rola, beber café. Se fue creando una audiencia de noctámbulos que se identificaron con los tres bohemios irreverentes en la cabina de transmisión y que agradecían la frescura de nuestra espontaneidad y se hicieron fieles seguidores de sintonizar la radio a media semana para cerrar la transmisión rayando la media noche.
Creamos oasis en la médula del oasis Monclovense y disfrutamos del espacio y disfrutamos de la audiencia y disfrutamos de las llamadas del público y disfrutamos de la noche pero más que todo disfrutábamos de nuestra propia compañía y de nuestras voces.
Y se hizo ”la hora de nadie” y a la palabra hablada le siguió la letra escrita y se abrió una ranura más en el status quo de la sociedad de Monclova con una angosta columna semanal en el periódico El Tiempo y ahí por vez primera apareció “De ánimo ambulatorio” sería acaso 1997, no lo recuerdo fueron ocho años de vida en Monclova donde los primeros tiempos fueron tan difíciles que no encontraba siquiera el cuchillo para cortar el aire caliente que respiraba para terminar sintiendo una pertenencia tan profunda que a mis pies tan ligeros les empezaron a salir raíces semejantes a las de los mezquites.
De ánimo ambulatorio nació con la camisa oliendo a sudor en una noche a 38 grados y un R45 haciendo ruido en la pequeñísima salita de un piso aún más pequeño que me representaba la oportunidad de pensar y escribir a mis anchas.
Se publicaron muchas columnas de-domingo-a-domingo-cielito-lindo y las disfruté todas, las recortaba y se las mandaba a mi madre, ella las guardó en algún álbum o en algún cajón, yo no guardé ninguna, soy muy mal archivador de mis propias letras y de mis palabras, por ahí habrá una que otra cinta con “La hora de nadie” y algún recorte de El tiempo con “De ánimo ambulatorio” pero nada que yo guarde de manera sistemática en archiveros formales, pero seguramente en algún recoveco habrá alguno que otro Monclovense que haya guardado en su memoria algún recuerdo de esas palabras y de esas letras, por ahí habrá quizá uno o dos que recuerden con unas gotitas de nostalgia esas medias noches de palabras y esa tinta negra impresa en el tiempo.
De ánimo ambulatorio fue una columna en su momento, ahora a dos décadas en el trayecto de vida lo modernizo a un blog para quien quiera leer, para quien quiera seguir, para quien quiera compartir, de ánimo ambulatorio es mi termómetro emocional, mi escaparate de pensamientos y mi mesa de café en un café inexistente de mantel de flores y taza de porcelana donde me siento a dar sorbos pequeñitos y saludo amorosamente a quien a su paso se quiera sentar a conversar, así con el ánimo ambulatorio.
Ahora te sigo en este caminar digital y agradezco el reencuentro con las niñas que fuimos a través de las mujeres que somos.
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