Un mes de octubre sin nostalgia

Hay algo en el mes de octubre que abraza, hay algo en el otoño que llena el aire y que me hace sentir bien, no es nostalgia, porque según los que saben la nostalgia es el deseo de estar, o tener, o amar lo que no se tiene, pero hace muchos años que yo no siento nostalgia, no quisiera estar en ningún otro lugar, ahora mismo, no quisiera estar en la compañía de nadie más que no esté presente aquí y ahora en mi vida, no añoro hacer lo que justo hoy no hago.

Hay algo en el mes de octubre que cubre con un manto protector el aire por el que ando y los suelos por donde respiro, hay algo con éste mes y sus colores, sus neblinas, sus guantes y sus gorras, hay algo en octubre que me sienta bien, es un abrigo de vida que me pasa a la medida como si un sastre maestro lo hubiera confeccionado para ajustarse a mi cuerpo, ni muy ancho, ni muy largo, ni muy corto, ni muy justo, las mangas me pasan perfecto cuando estiro los brazos y el cuello me cubre hasta las orejas. Este mes de octubre que me hace sentir bien, que me invita a encender velas, a quemar los primeros leños en la chimenea, que me acompaña a tomar café y llena cada rincón de la casa con mullidos recuerdos de la vida vivida pero sin nostalgia.

El no sufrir de nostalgia es un privilegio, la nostalgia es una enfermedad crónica, sin cura y sin salida, quien se enferma de nostalgia se la lleva hasta la muerte, creyendo que lo vivido en alguna otra época fueron «los buenos tiempos», dándole más valor a lo no conseguido que a lo que tenemos aquí y ahora, en éste preciso momento. La nostalgia nos secuestra la vida y el camino tortuoso lo acompaña de la ansiedad. Ansiedad de no estar parados en el lugar correcto. El mirar al futuro y saber que hemos estado en el carril equivocado y que no hay manera de llegar al ansiado destino.

A Joaquín Sabina le gusta cantar eso de «no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió» y yo me sumaba a las filas de la nostalgia hace 25 o 30 años y me sabía de memoria la canción y repetía el estribillo sin darme cuenta que la juventud es un territorio donde la nostalgia no tiene cabida porque simplemente no se ha vivido lo suficiente, el cantar a coro la letra de Sabina era más un acto prematuro de vida y de falta de visión panorámica.

Hoy día estoy parada en el aquí y ahora de la vida, no quisiera estar en ningún otro lugar, claro unos días de playa no me caerían mal, pero en este carril de vida donde me muevo no necesito hacerle cambios, no deseo estar cerca de nadie más que de los que aquí y ahora están a mi alrededor, no deseo pisar otro aire ni respirar en otro suelo, no tengo prisa por llegar a ningún destino porque hoy, en un mes de octubre que lo cubre todo y que me abraza con devoción no tengo más destino que el espacio donde hoy habito, con mi cuerpo, con mis amores, con mis pensamientos y mis cavilaciones.

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