He pasado los últimos días adherida como cinta de pegamento de doble cara a las páginas de la «auto-biografía» de Michelle Obama. El libro lo recibí como uno de los muy significativos regalos de mis 50 años, fueron mis colegas que además de un hermoso arreglo floral escogieron dos libros, porque saben que las flores y los libros son mi debilidad, así que envuelto en papel de regalo recibí un libro de recetas que además tiene la humilde intención de cambiar al mundo y se llama precisamente así «Recetas que transforman al mundo» de Johan Rockström, Victoria Bignet, Malin Landqvist, y lo recomiendo ampliamente; el segundo libro fue «Min Historia» o en el título original en inglés «Becoming», en español simplemente «Mi Historia» y es el libro de memorias de la ex-primera dama de los Estados Unidos, no hay que ser muy audaz para intuirlo. Mi primera reacción al recibir sendos libros fue de alegría y agradecimiento, el libro de recetas llegaba justo en el momento en que en la familia tomábamos una fuerte consciencia y responsabilidad por lo que consumíamos y los alimentos que preparamos y servimos a la mesa, pero el segundo libro, con esa Michelle glamurosa en la portada posando con un maquillaje de estrella de cine y un hombro desnudo lo miré, sonreí y lo dejé a un lado en una mesa de descanso donde otros libro se fueron acumulando y lo perdí de vista durante casi un año y medio y es que no soy muy entusiasta de los libros de memorias aunque a grandes rasgos me gustan y hubiera preferido la versión original en inglés en lugar de la traducción al sueco. Sin más hace un par de semanas quitando polvo de los libreros y de las mesas donde se apilan títulos no leídos me encontré con el grueso tomo de mas de 400 páginas, me senté en el balcón con una taza de café, el parasol abierto y el libro entre mis manos y fui dando pasos cautelosos por la vida de una niña negra en el South Side de Chicago en los años 60’s y 70’s.
El relato y las anécdotas así como esa voz interior que analiza, cuestiona y profundiza en los aspectos diarios de la vida de una niña que escribe desde la perspectiva de una mujer de 50 y pocos años después de haber ocupado una de las posiciones más prominentes del mundo occidental y de haber entrado a los salones más finos de la sociedad donde la mayoría de los convidados son siempre hombres-blancos, me fue envolviendo, la escritura de éstas memorias es una filigrana precisa de eventos, análisis profundo e intimo y una compleja linea de tiempo que pareciera sencilla pero que nos lleva en un barco desde la infancia hasta el momento actual con un vaivén de olas que se mueven entre las aguas de los recuerdos y la nostalgia de una infancia que cimentó la personalidad de una mujer negra-profesionista-esposa-y-madre.
Es fácil de percibir desde la segunda página que el libro no está escrito por Michelle misma, que ella no pasó largas horas sentada frente a su ordenador enlazando ideas y trazando capítulos, es fácil de sentir el peso de la pluma de un escritor-fantasma sumamente profesional y no solamente eso sino como lo desvela en su larguísima lista de agradecimientos todo un equipo editorial con expertos en investigación, creadores de «lineas-de-tiempo», analistas de comprobación de datos, editores, asesores políticos e históricos, las voces de su familia, amigos y colaboradores. En pocas palabras un ejército editorial de alta envergadura que hizo posible una obra de calidad para crear el nicho histórico que la misma Michelle Obama se ha decidido a ocupar a perpetuidad en los anales de la historia. Me parece válido, tiene los medios y tiene el relato correcto para hacerlo pero mejor aún tiene la exclusividad absoluta de haber sido la primera dama afro-americana de la historia de los Estados Unidos, tuvo el mérito de ser la esposa del primer presidente afro-americano de los Estados Unidos y de ser la madre de la primera familia afro-americana que habitara la Casa Blanca en los Estados Unidos. Merito hay, así como recursos.
«A pesar de ser mujeres profesionistas y trabajadoras que nos hicimos paso en universidades de prestigio, cada una en su país de origen, a base de financiamientos y becas, a pesar de que nos hemos colado en el mundo profesional dominado por los hombres-blancos, a pesar de nuestras dudas y nuestras fortalezas Yo-No-Soy-Michelle-Obama.»
La historia es valiosa y la plataforma literaria es profesional, pero durante los no más de diez días de lectura una frase me daba vueltas en la cabeza mientras leía, mientras recorría las calles de Chicago, mientras veía el mundo a través de los ojos de esa niña negra que se cuestionaba constantemente «soy-lo-suficientemente-buena», una frase me pajareaba en la cabeza mientras caminaba por «la residencia» siguiendo sus pasos y miraba los jardines de la casa blanca en Washington: Yo-No-Soy-Michelle-Obama.
¡Y no que lo soy!, a pesar de que ambas estemos en nuestros cincuentas, a pesar de ser madres de familia con dos hijas adolescentes, a pesar de ser mujeres profesionistas y trabajadoras que nos hicimos paso en universidades de prestigio, cada una en su país de origen, a base de financiamientos y becas, a pesar de que nos hemos colado en el mundo profesional dominado por los hombres-blancos, a pesar de nuestras dudas y nuestras fortalezas Yo-No-Soy-Michelle-Obama. Pero las memorias de Michelle me sumergieron en un mar turbulento de historias de otras mujeres, de mis-mujeres que a pesar de que ninguna de ellas, ninguna de nosotros llegaremos a ser la primera dama del país más poderoso del occidente o del mundo, nosotros hemos tenido que medirnos por el mismo criterio, para Michelle y para la gran mayoría de los afro-americanos suelen decir que deben de «ser el doble de competentes para lograr la mitad», «eureka» esta medida de desempeño no es exclusividad de las minorías en los Estados Unidos, es el criterio para todas las minorías y para bien o para mal es el criterio de medida de resultados de las mujeres en el mundo entero, donde tenemos que ser el doble de competentes, preparadas y eficientes para obtener la mitad de los logros que un hombre-blanco con estudios medios suele lograr.
Y lo veo a diario en los corredores del corporativo donde trabajo, pasillos llenos de hombres escandinavos, blancos-profesionistas-edad-media que llenan las salas de juntas y los organigramas de proyectos lo que me ha enseñado a afilar los codos para irme haciéndome un lugar, para sentarme en las mismas mesas de discusiones y que mis argumentos, mis ideas y mis proyectos deban de estar el doble de fundamentados y el doble de preparados para ser presentados y autorizados cuando una mujer-latina-edad-media toma la palabra y dice el cómo y el por qué. Y yo pienso en lo más profundo de mi Yo-No-Soy-Michelle-Obama.
Y no lo es tampoco la chica que a pesar de las dificultades económicas estudió la carrera de enfermería para empezar a trabajar en los hospitales públicos de la ciudad de México con horarios asfixiantes y sueldo denigrante para arremangarse la bata y sentarse en el banco de la universidad a estudiar la carrera de leyes, así malabareando la vida entre un trabajo de tiempo completo, dos hijos, una familia y la universidad logró un título universitario en derecho, colgó la bata de enfermera y se dedico a hacer una brillante carrera jurídica. Y Ella-No-Es-Michelle-Obama.
La muchacha ambiciosa con estudios en psicología y pedagogía que la sociedad la colocó contra la pared cuando le gritaban a la cara que su vida no tenía sentido por no tener un marido y una familia y se arrojó al precipicio social de ser madre soltera de uno y dos hijos para plantarle cara a esa sociedad critica y verdugo y demostrar que una mujer sola puede tomar las riendas de su vida y ser una profesionista de éxito y cabeza de familia por sus propios tanates y criar a dos hijos amorosos, sanos y sensibles. Y Ella-No-Es-Michelle-Obama.
Las jóvenes que estudiaron con dedicación carreras en ciencias, pasando largas noches de insomnio y desvelos para conseguir las notas más altas y recibir diplomas de mérito en química, biología o física para dar paso al matrimonio y tener que guardar el título, los planes profesionales y la capacidad de investigación científica en un cajón oscuro y húmedo para abrazar y apoyar la carrera de su flamante marido quien se abrirá paso en el mundo empresarial y de negocios mientras ellas se quedan en casa cuidando de los hijos y preparando la sopa de fideos para después a pesar de los esfuerzos y los silencios portar la etiqueta de «divorciada» y después de las noches de llanto y el abandono recuperar la dignidad y su espacio personal en el mundo académico, encontrando en la docencia y en las aulas de secundarias y preparatorias un nuevo campo de cultivo para su vocación. Cuánta investigación científica, cuántos avances tecnológicos, cuántos premios nobel han sido abortados y reemplazados por la maternidad y los roles de familia tradicional y simplemente Ellas-No-Son-Michelle-Obama.
Todas esas mujeres que estiran las horas del día para trabajar y estudiar, para ser madres y amas de casa, para ser profesionistas para ser esposas y empresarias, para hacer cambios en su entorno, en su sociedad, en el mundo y para llegar a la noche y poner la cabeza sobre la almohada satisfechas por los esfuerzos de día, por las horas que le robaron a los hijos para estar en una reunión de negocios o las horas que le sumaron a la familia a pesar de perder oportunidades laborales. El mundo está lleno de mujeres, la mitad de la población para ser precisos, que día a día tenemos que trabajar el doble o cuatro veces más para llegar a la mitad del camino, sin importar si somos negras, latinas o asiáticas, la historia se repite en todas las sociedades y en todas las esferas, incluso mis muy queridas amigas y colegas «blancas-escandinavas-herederas-de-sangre-vikinga-privilegiadas-clase-media» tienen que abrirse paso también y luchar por ganarse una posición en un mundo de hombres-blancos que tienen todas las cartas marcadas de antemano. Y Ninguna-Es-Michelle-Obama.
Y no lo somos, ni tú ni yo, ni mi colega en Shanghai que trabaja diez horas diarias y que ve a sus hijos únicamente el fin de semana porque los deja en el pueblo al cuidado de su madre, mientras ella hace todo el trabajo que su jefe presentará en las juntas y que su jefe se llevará el aumento de sueldo. Y tampoco lo es mi colega en India que es la araña en la red del corporativo en Delhi y que conoce el negocio por arriba y por abajo pero que vive en condiciones miserables porque el sueldo se lo lleva su jefe (en éste caso no un hombre-blanco pero sí un hombre-indio-educado-en-el-extranjero), la chica que quedó huérfana de madre en Curitiba apenas siendo una niña para ser educada por un padre humilde y campesino sin estudios formales y sin mayor preparación y ser ahora una profesionista con título universitario sueco y cuatro idiomas en el bolsillo y Y Ella-No-Es-Michelle-Obama. La madre de cinco hijos con PhD por la Universidad de Berkley que pasa el día entre las tareas escolares desde el preescolar hasta la educación secundaria apoyando incondicionalmente la vida profesional de su esposo y moviéndose al ritmo de la música que marca la pauta de su frenética vida Y Ella-No-Es-Michelle-Obama.
Solo hay una Michelle Obama pero 3.7 billones de historias de mujeres que día a día vivimos los retos de la discriminación de género, de raza, de edad, de credo y que gracias al apoyo de nuestros padres, la familia, la sociedad o una voluntad férrea individual hacemos una vida.
La educación está comprobado es la tabla de salvación y educar a una niña es educar a la sociedad, educar a las niñas es la turbina generadora de la energía para la transformación social. Yo-No-Soy-Michelle-Obama. No todas las mujeres podremos ingresar a una universidad de la Ivy-League pero sí cada una de nosotros hacemos la diferencia, aquí y ahora, ayer-hoy y mañana, en mi vida y en la de mis hijas, en tú vida y en la de tus hijos, en los sueños que se quedaron varados en el camino y en los muchos que aún tenemos por cumplir. No habitaremos la Casa Blanca, no bailaremos un vals en Buckingham Palace y no editaremos un libro de Memorias con el aparato editorial de artillería-pesada que lo haga un éxito mundial pero sí dejaremos huella moviendo la aguja de la igualdad aquí y ahora, un milímetro hoy, un milímetro mañana, justo donde estamos paradas. Y orgullosamente cierro los ojos y me repito en silencio Yo… No-Soy-Michelle-Obama.