Y de pronto lo único que tenemos en las manos es Tiempo, así con mayúsculas, millones de personas en China, después Asia moviéndose vertiginosamente a las puertas de Europa y saltando los océanos hacia América. Cientos de millones de personas confinados a las cuatro paredes de su casa y obligados, algunos de ellos de manera marcial al confinamiento. Y de pronto amanecemos y lo único que tenemos es tiempo.
De un día para otro, de una semana para otra pasamos todos a ser un Momo, la pequeña Momo de Mikael Ende que lo único que tiene en sus manos es tiempo y la mayoría de nosotros que hemos pasado la vida corriendo de hora en hora, de minuto en minuto, de segundo en segundo como si de la cantidad de actividades que realizamos dependiera nuestra vida y ahora curiosamente la vida depende de todo lo que no realizamos, el trabajo no hecho, las calles no andadas, las actividades paralizadas.
No le llamo a los amigos porque-no-tengo-tiempo, no leo los libros acumulados porque-no-tengo-tiempo, no arreglo las macetas y no corto las ramas muertas del jardín porque-no-tengo-tiempo, no escribo una carta porque-no-tengo-tiempo.
Ahora de un momento a otro somos todos Momo y tenemos tiempo para los otros, para bien o para mal la mayoría de los que están en casa están en buenas condiciones de salud y quizá eso es lo que activa la desesperación, el aburrimiento y la impaciencia. Cuando uno no se siente bien pasa el tiempo a un estado de pausa donde el cuerpo enfermo toma toda nuestra energía y nos desvía a cuidar de la poca energía que tenemos. Hoy día son millones los que en salud están obligados a la reclusión, pero si pudiéramos contar la cantidad de veces que cada uno de nosotros ha dicho «no lo hago porque no tengo tiempo», no le llamo a los amigos porque-no-tengo-tiempo, no leo los libros acumulados porque-no-tengo-tiempo, no arreglo las macetas y no corto las ramas muertas del jardín porque-no-tengo-tiempo, no escribo una carta porque-no-tengo-tiempo, no nos sentamos a platicar porque-no-tengo-tiempo, no me siento a pintar o escribir porque-no-tengo-tiempo.
La buena noticia es que ahora en una oleada mundial todos tenemos tiempo, el mundo se ha frenado, no hay que tomar taxis al aeropuerto, no hay que sentarse en salas de espera, no hay juntas «espalda-con-espalda» que nos llenen el día, no hay que subirse al coche y sentarse dos horas de camino a casa en el tráfico, no hay que ir de compras, no hay que llevar ni traer a nadie, no hay que hacer maletas o salir de casa. Es tiempo de estar en casa y disfrutar lo que hemos construido en familia, en pareja o de manera individual, es tiempo de disfrutar, de abrir el álbum de fotos y de limpiar el cajón, de preparar un pastel y de ponerse a echar tortillas, es tiempo de cocinar con los hijos y de servir la mesa en calma, con tiempo, con pausa, disfrutar de la cucharada que nos llevamos a la boca y poner un mantel de flores. Es tiempo de apagar los móviles y de escucharnos y mirarnos a los ojos. El mundo ha puesto freno de mano y cualquier vehículo en movimiento que va a más de cien kilómetros por hora, como hasta ahora la mayoría de las vidas de las personas en la sociedad moderna, cualquiera de ellos como vehículos a alta velocidad sufren de una colisión, es el choque de la vida acelerada con una pared de concreto que se llama tiempo, ahora tenemos tiempo y habrá que acostumbrarse a ello.
De pronto, de un día para otro, sin preparación alguna nos encontramos inmersos en un océano de tiempo y nos es fácil aprender a nadar, a respirar, a flotar en él. Tenemos la alternativa de llenar nuestro tiempo de desesperación y preocupaciones, lo cual es respetable y comprensible, si hemos sido educados para trabajar y ser productivos la inactividad y el ocio son parte de la colisión que enfrentamos al vernos con las manos vacías de productividad laboral y llenas de tiempo.
Yo empecé a experimentar éste océano de tiempo hace cinco meses cuando la vida me puso freno de mano y recibí mi incapacidad médica para iniciar el tratamiento citostático para cáncer de mama y metástasis. De pronto, de un día para otro tuve que re-aprender la vida de ser super-productiva a ser anti-productiva, pasiva, lenta, pensativa, estacionaria, más-observadora-de-lo-normal. Pasos lentos llenan mi rutina, no hay mucho donde andar entre la sala y el comedor, de una pieza a otra del piso de 132 metros cuadrados, muchos días he estado confinada en casa gracias a los efectos secundarios y al muy bajo nivel de glóbulos blancos en mi sangre, los días buenos (que han sido pocos) me doy el lujo de salir a caminar, sentir el aire y un poco de sol, cuando lo hay en éste invierno y ahora primavera sueca que ha dejado mucho que desear.
Hoy día, después de cinco meses tengo rutinas, tengo rituales, ahora sé respetar mi tiempo que más que cuarentena es un encierro de largo plazo en el que habito, a veces observo mi tiempo, otras lo acaricio, otras lo veo pasar, pero siempre lo aprecio y lo abrazo.
Hoy, precisamente hoy somos todos un Momo, ese personaje de Mikael Ende que tiene tiempo para escuchar a sus amigos, a su familia a los más queridos, ahora tenemos tiempo para nuestros hijos y nuestra pareja, tenemos tiempo para pensar y para soñar despiertos, tenemos tiempo para tomar paseos largos con nuestra mascota y tiempo para estar en silencio, tenemos tiempo para estar en casa, en esa casa en la que hemos invertido todo nuestro esfuerzo para que sea cálida y acogedora, ahora justo tenemos el tiempo para disfrutarla, tenemos tiempo para hacer las pequeñas cosas y las grandes cosas, tiempo para escuchar la radio y la música que nos hace sentir bien, tiempo para leer lo no leído y para re-leer lo más amado, tiempo para las cebollas, los ajos y los guisos-lentos, tiempo para mirarnos, escucharnos, escribirnos, leernos, pintarnos, soñarnos y cuidarnos.
Después del trauma de la colisión tenemos la oportunidad de re-crearnos y disfrutar de este tiempo en un paréntesis a pesar de las cifras, de las noticias y del luto que para muchos alrededor del mundo esta pandemia significa. Tenemos la oportunidad de re-encontrarnos como individuos y como familia, para muchos es un proceso fácil, para otros es un reto porque nos hemos hecho adictos a la sociedad acelerada y a la velocidad así como a la comida rápida y a los resultados inmediatos. Tenemos la oportunidad de re-construirnos y de re-vivir el silencio, la calma y la pasividad.
Hoy amanecimos con la oportunidad de ser Momo y de experimentar una nueva relación con el Tiempo, así con mayúsculas, que aún tenemos.