Recibir visitas en casa siempre es un gusto, y aún más grande cuando las visitas son amigos o familia querida que agendan en un viaje a Europa el “desviarse” hasta éste rinconcito en el culo del mundo, donde los bosques son bosques y los lagos son lagos, donde el cielo es cielo y el aire es aire.
Es un placer pararnos en la puerta de llegadas internacionales en el aeropuerto y abrazar a nuestras gentes queridas, es un placer disfrutar horas de carreteras junto con ellos y contestar a todas sus preguntas, y ver los ojos cómo se llenan de admiración en un acto de asimilación de información, de todo lo nuevo que éste contexto les ofrece, porque los inunda la curiosidad y quieren respuestas a sus preguntas más relevantes y a las más pequeñas también, y un mar de interrogaciones y admiraciones fluye de sus mentes lo que a mí me permiten hacer un ejercicio de interiorización para dar gracias una vez más que tenemos el privilegio de vivir en éste país.
Ésta tierra que sigo aún en proceso de comprender, tierra escandinava que me cobija y que me hiela los pies, quién es Suecia, quién es “Svea”?
Suecia es una mujer, no cabe duda que es mujer, aunque las leyes reconozcan una lista ilimitada del actual menú de la sexualidad para mí Suecia es una mujer blanca, alta, con las piernas más largas del mundo, el cabello rubio que nos obliga a cerrar un poco los ojos para poder verlo de cerca, tan rubio que saca chispas en los rayos de sol, Suecia es la hija del campesino miserable que en el siglo XIX se vio obligado a dejar la tierra para sentarse en un barco y cruzar los mareas hasta llegar a América huyendo del peor de los enemigos, el hambre y la pobreza, esa es Suecia, la hija – la nieta del refugiado-por-hambre, la mujer que creció en los campos donde se trabajaba a mano y que con manos de cayos y pies de lodo sacó adelante a los hijos, Suecia es una señorita decente que sabe trabajar, trabaja mucho, día y noche, trabaja en casa, trabaja jornadas pre-establecidas, trabaja con los hijos y trabaja por la familia, Sucia es una mujer que ha encontrado el tesoro del bienestar común y que lo ha levantado al altar de lo importante dejando muy de lado y muy por el piso el ego y el bienestar individual.
Suecia es la mujer que lucha por sus derechos, es la mujer de voz firme que no duda en decir lo que piensa y que piensa siempre en el bien común. Suecia es una mujer sin miedo a vivir sola porque es autosuficiente, Suecia es una mujer madre que sabe parir, es una mujer fuerte que sabe trabajar, es una mujer inteligente que piensa de día y de noche y que valora su independencia como mujer, Suecia no depende de un hombre para mantenerse y no depende de un hombre para envejecer.
Suecia éste pequeño territorio que se baña en el báltico y que se ajusta una corona de círculo polar en la frente es una mujer que ha sabido decir no a las guerras desde hace más de trescientos años y que eso le ha permitido cuidar de su casa y de sus hijos, en sus tierras se disfruta de los castillos y las fincas de una antigüedad conmovedora, que nos abren los ojos a una cultura rancia.
Suecia es la señorita de familia que dio la espalda a la iglesia de Roma para entregarse a los brazos del protestantismo alemán con la firme convicción de que el trabajo es la puerta de la salvación y sin embargo al paso de los años dejó de asistir a las iglesias y de cantar los salmos para volcarse a la naturaleza y adorar al dios de las pequeñas cosas, al dios del aire puro, del caminar por el bosque y de los animales libres. Suecia se fundamenta en el trabajo de cada individuo y cree en la naturaleza como su salvación, la respeta, la conserva, la cuida y la venera. Será el dios de Spinoza o será su propia sangre que le fluye desde los tiempos más remotos en una simbiosis sagrada con sus soles eternos y con sus noches largas tan largas que la fiesta nacional es para celebrar la luz, la luz del invierno en las sombras de las antorchas y las velas y Suecia se viste de Santa Lucía en un rito contemplativo y en el medio verano se corona la cabeza de flores y danzas en un rito pagano de luz y de vida. Suecia es una señorita de tradiciones, que las guarda y las respeta incuestionablemente, y se viste a la usanza y se trenza el pelo, y amasa sus panes y hornea sus pasteles y cocina sus dulces y desentraña sus pescados. Suecia vive en torno a un calendario de festividades y tradiciones que le mantienen con vida en un reloj que se rige por las estaciones, por las nieves eternas y los soles nocturnos, por las heladas y los baños en los ríos y lagos. Tradiciones a la mesa, tradiciones en el bosque recogiendo moras y hongos, cazando venados y comiendo jabalíes; tradiciones en el lago pescando y bañándose en sus aguas.
Suecia es una señorita que sabe envejecer, y que peina canas y que llena sus carnes con dignidad, Suecia es una mujer madura, una madre protectora, una vieja que ha sabido vivir. Suecia es una mujer de viajes, de ojos abiertos a otras culturas, de mochila al hombro cargada de sabores y soles de tierras ajenas.
Suecia es una mujer política que se sienta en las sillas más grandes para decir No a los injustos, a los dictadores, a los corruptos, Suecia abre sus brazos a los refugiados porque ella misma siente la presencia aún de la sombra olorosa del viaje-del-refugiado que en su tiempo hicieron sus bisabuelos.
Suecia – Svea – es una señorita que no le gusta llamar la atención, que aún consciente de su valor humano es discreta en cuanto a su belleza, no la muestra no la presume, no la compite no la grita manoteando al viento. Es discreta y contenida, es prudente y prefiere escuchar antes de opinar, no saltar a conclusiones no dar por hecho antes de tener los datos en la mano y el conocimiento certero.
Suecia es una señorita que se toma sus libertades porque no quiere depender de nadie, ni de un hombre, ni de una moneda, ni de un tipo de cambio, Suecia es independiente y autosuficiente y cría a sus hijas en el mismo modelo, la mujer es mujer sobre todas las cosas, su valor es el más alto en la escala y merece y recibe a granel.
Esta es la Suecia que yo vivo, es la madre Suecia que me ha cobijado y como buena madre exige y mucho, exige que en su casa se hable su idioma y que se respeten sus reglas, da espacio para las personalidades individuales pero las obligaciones y los derechos están siempre sentados en la balanza y es lo que hace de la vida un espacio de armonía y de justicia.
Me gusta ésta mujer que yo veo, esta madre-Suecia, me gusta dormir bajo su techo y me gusta por demás las oportunidades que presenta. Me gusta ésta mujer que veo en Suecia y me complace que mis visitantes la descubran, que se fascinen de su inesperada belleza y de su personalidad discreta y modesta. Me gusta que mi familia y amigos queridos vengan a visitarnos que se tomen la molestia y la libertad de desviar la ruta para aterrizar en el culo del mundo, donde las noches son noches, y los soles son soles, donde los bosques son bosques y los niños son niños para venir a encontrarse a ésta antigua mujer de todos los tiempos – Suecia- con todas sus facetas, con todos sus encantos que no deslumbran pero que nos dejan pensando y mejor aún que nos dan aliento, nos llenan de esperanza y de confianza en el futuro, porque por donde veamos el cielo es cielo y los campos son campos, por donde andemos la gente es gente, los hombres son hombres y los dioses pues… no lo son.
Me gusta Suecia
andar de su mano
escuchar su respiración.